CUENTO CON ACTIVIDADES: ARTURO Y CLEMENTINA
RESUMEN: dos tortugas, Arturo y Clementina, se conocen una tarde de primavera y enamorados se casan esa misma tarde. Ella imagina una vida juntos llena de viajes y proyectos pero Arturo no tiene los mismos pensamientos.
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TITULO: Arturo y Clementina.
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AUTOR: Adela Turín.
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EDITORIAL: Kalandraka.
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EDAD RECOMENDADA: De 7 a 12 años.
Clementina,
alegre y despreocupada, hacía muchos proyectos para su vida futura
mientras paseaban los dos a orillas del estanque y pescaban alguna
cosita para la cena.
Clementina
decía: Ya verás qué
felices seremos. Viajaremos y descubriremos otros
lagos y otras tortugas diferentes, y encontraremos otra clase de
peces, y otras plantas y flores en la orilla... ¡Será una
vida estupenda! Iremos incluso al extranjero. ¿Sabes una cosa? Siempre he
querido visitar Venecia.
Y Arturo
sonreía y decía vagamente que sí.
Pero
los días transcurrieron iguales al borde del estanque. Arturo había decidido
pescar él solo para los dos, y así Clementina podría descansar.
Llegaba a la hora de comer, con renacuajos y caracoles, y le
preguntaba a Clementina: ¿Cómo
estás, cariño? ¿Lo has pasado bien?
Y Clementina
suspiraba: ¡Me he
aburrido mucho! ¡Todo el día esperándote!
¡ABURRIDO! -gritaba Arturo indignado. ¿Dices que te has aburrido?
Busca algo que hacer. El mundo está lleno de ocupaciones interesantes. ¡Sólo se aburren los tontos!
A
Clementina le daba mucha vergüenza ser tonta, y hubiera querido no
aburrirse tanto, pero no podía evitarlo.
Un día,
cuando volvió Arturo, Clementina le dijo: Me gustaría tener una flauta. Aprendería a tocarla,
inventaría canciones, y eso me entretendría.
Pero a
Arturo esa idea le pareció absurda: ¡TÚ!
¿Tocar la flauta, tú? ¡Si ni siquiera distingues las notas! Eres incapaz de aprender. No tienes oído.
Y aquella
misma noche, Arturo llegó con un hermoso tocadiscos, y lo ató bien a
la casa de Clementina, mientras le decía: Así no lo perderás. ¡Eres tan distraída!
Clementina
le dio las gracias. Pero aquella noche, antes de dormirse, estuvo pensando por
qué tenía que llevar a cuestas aquel tocadiscos tan pesado en lugar de una
flauta liviana, y si era verdad que no hubiera llegado a aprender las
notas y que era distraída.
Pero
después, avergonzada, decidió que tenía que ser así, puesto que Arturo, tan
inteligente, lo decía. Suspiró resignada y se durmió.
Durante
unos días, Clementina escuchó el tocadiscos. Después se cansó. Era de todos
modos un objeto bonito, y Clementina se entretuvo
limpiándolo y sacándole brillo. Pero al poco tiempo volvió a
aburrirse. Y un atardecer, mientras contemplaban las estrellas, a
orillas del estanque silencioso, Clementina dijo: Sabes, Arturo, algunas veces veo unas
flores tan bonitas y de colores tan extraños, que me dan ganas de
llorar. Me gustaría tener una caja de acuarelas y poder
pintarlas.
¡Qué idea ridícula! ¿Es que te crees una
artista? ¡Qué bobada! Y reía, reía, reía.
Clementina
pensó: Vaya, ya he
vuelto a decir una tontería. Tendré que andar con mucho cuidado o Arturo va a cansarse de tener una mujer tan boba. Y se esforzó en
hablar lo menos posible.
Arturo
se dio cuenta enseguida y afirmó: Tengo una compañera aburrida de veras. No habla
nunca y, cuando habla, no dice
más que disparates.
Pero
debió sentirse un poco culpable y, a los pocos días, se presentó con un
paquetón. Mira, he
encontrado a un amigo mío pintor y le he comprado un cuadro para ti.
Estarás contenta, ¿no? Decías que el arte te interesa. Pues ahí lo tienes.
Átatelo bien porque, con lo
distraída que tú eres, ya
veo que acabarás por perderlo.
La
carga de Clementina aumentaba poco a poco. Un día se añadió un florero de
Murano: ¿No decías que te
gustaba Venecia? Tuyo es. Átalo bien para que no se te caiga, ¡eres tan descuidada!
Otro
día llegó una colección de pipas austríacas dentro de una vitrina.
Después
una enciclopedia, que hacía suspirar a Clementina. ¡Si por lo menos supiera leer! - pensaba.
Llegó
el momento en que fue necesario añadir un segundo piso a la casa de Clementina.
Clementina,
con la casa de dos pisos a sus espaldas, ya no podía ni moverse. Arturo le
llevaba la comida y esto lo hacía sentirse importante: ¿Qué harías tú sin mí? ¡Claro! -suspiraba
Clementina-. ¿Qué
haría yo sin ti?
Poco a
poco, la casa de dos pisos quedó también completamente llena. Pero ya
tenían la solución: tres pisos más se añadieron ahora a la casa de Clementina.
Hacía
mucho tiempo que la casa de Clementina se había convertido en un rascacielos,
cuando una mañana de primavera decidió que aquella vida no podía seguir por más
tiempo
Salió
sigilosamente de su casa y dio un paseo: fue muy hermoso, pero
muy corto. Arturo volvía a casa para el almuerzo, y debía encontrarla
esperándole. Como siempre.
Pero
poco a poco el paseíto se convirtió en una costumbre y Clementina se
sentía cada vez más satisfecha de su nueva vida. Arturo no sabía nada, pero
sospechaba que ocurría algo: ¿De
qué
demonios te ríes? Pareces tonta -le decía.
Pero
Clementina, esta vez, no se preocupó en absoluto. Ahora salía de casa en cuanto
Arturo le daba la espalda. Y Arturo la encontraba cada vez más
extraña, y encontraba la casa cada vez más desordenada, pero
Clementina empezaba a ser verdaderamente
feliz y los retos de Arturo ya no le importaban.
Y un
día Arturo encontró la casa vacía.
Se
enfadó muchísimo, no entendió nada y, años más tarde, seguía contándole a
sus amigos: Realmente era
una desagradecida esa tal Clementina. No le faltaba nada.
¡Veinticinco pisos tenía su casa, y todos llenos de tesoros!
Las
tortugas viven muchísimos años, y es posible que Clementina siga
viajando feliz por el mundo. Es posible que toque la flauta y haga
hermosas acuarelas de plantas y flores.
Si encuentras una tortuga sin casa, intenta llamarla: ¡Clementina, Clementina! Y si te contesta, seguro que es ella.
Si encuentras una tortuga sin casa, intenta llamarla: ¡Clementina, Clementina! Y si te contesta, seguro que es ella.
ACTIVIDADES
TRAS EL CUENTO
· Reflexiones:
Después de contar el cuento hablaremos con los alumnos de
las impresiones y sentimientos que les han surgido.
•
¿Cómo es Clementina?
•
¿Cómo es Arturo?
•
¿Por qué creen que Clementina no era feliz?
•
¿crees que Arturo quería que Clementina fuese
feliz?
•
Si ustedes fueran Clementina ¿Qué habrían
hecho en su lugar?
•
¿Qué les parece el final del cuento?
¿Esperaban que terminara así?
•
¿Qué es lo que más les ha gustado de la
historia?
•
¿Qué creen que hemos aprendido con esta
historia?
·
Dramatización
del cuento:
Por grupos se escenifica el cuento. Cada
grupo elegirá la forma de dramatizar el cuento, así como la puesta en escena del mismo: vestuario,
decorados, títeres, marionetas, maquillaje…
Los materiales necesarios para acompañar la
dramatización se elaborarán en un “Taller de arte” específico para la ocasión,
fomentando de este modo la creatividad, la imaginación y el gusto por el
teatro.